Girona tal como la conocemos, no se puede entender sin la importancia de la comunidad judía. Aunque su huella fue destacada en muchas ciudades europeas, en Girona no se puede desvincular de la historia de la ciudad.
Las comunidades judías, a lo largo de toda la edad media, tuvieron una contribución decisiva e histórica en el desarrollo cultural y científico del país y de la ciudad. Aunque sus orígenes no están especialmente claros, parece que ya en el siglo X empezaron a llegar las primeras comunidades judías a Girona. Lo que sí que parece seguro es que en el siglo XI las comunidades judías ya estaban asentadas, especialmente en la calle de la Força (antes llamada calle de Sant Llorenç) y los alrededores de la Catedral.
El call de Girona (barrio judío) no solo es uno de los más relevantes de Europa por su importancia, también es uno de los mejor conservados de la península: las edificaciones más importantes se han integrado perfectamente en la ciudad. Pasear por las calles estrechas de piedra es adentrarse en el pasado judío de la ciudad y hacerse una idea de cómo era la vida.
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Los judíos se instalaron en Girona entre los siglos X y XIV. Su centro neurálgico fue, como hemos dicho anteriormente, en la zona conocida como el call judío, alrededor de la Catedral y en la actual calle de la Força. Gracias a su solvencia económica, adquirieron muchos bienes inmuebles en la ciudad, muchos expropiados a cristianos, cosa que aumentó el recelo y ayudó a crear enemistad entre ellos. Esta hostilidad se fue alimentando por muchas otras causas, principalmente por la oposición de la iglesia. Por contra, los monarcas aceptaban su presencia y les ofrecían protección. Hacia el final de la presencia judía, antes de ser expulsados de la ciudad de Girona, la presión fue tan alta que los judíos no podían vivir fuera del call y, si salían, tenían que identificarse con un círculo rojo.
Uno de los edificios más destacados del legado judío en Girona lo encontramos en la calle de la Força número 8, sede del Museo de Historia de los judíos. El edificio fue denominado Centro Bonastruc ça Porta por ser propiedad de este médico y filósofo de gran popularidad en Girona, que incluso tiene una calle en Jerusalén. Este museo nos presenta la comunidad judía gerundense y su historia, gastronomía, costumbres, etc. Contiene la colección lapidaria hebrea más importante del estado español. El museo está abierto todos los días de 10 h a 18 h, excepto los domingos y festivos que cierra a las 15 h.
Junto con la casa Bonastruc ça Porta, la casa Boschmonar (en el número 21 de la calle de la Força), se cree que fue donde, en el siglo XIV, estaban situadas las dos sinagogas que coexistieron durante unos años. También hacían la función de escuelas, baños y centros de culto de la comunidad judía.
Otro de los monumentos que se pueden visitar es el fossar dels jueus (foso de los judíos), un paseo imaginario del que fue el cementerio judío y del que no se conservan restos. En la sala se puede ver un panel luminoso que enseña el recorrido que tenían que hacer las comitivas fúnebres desde el call hasta el foso. También hay expuestas lápidas con los epitafios, una de las grandes joyas del museo.
Finalmente, no podemos dejar de recomendar la visita de las calles que forman el barrio judío. Pasear por las callejuelas que rodean la Catedral, incluida la calle de la Força, es adentrarse en un barrio serpenteante y lleno de mística y misterio. Un lugar que fue el epicentro de la comunidad judía y en el que en cada paseo se descubren detalles que nos transportan a esa época. También es una manera de ver cómo el patrimonio y la historia de la ciudad están hechos de diferentes estratos, y cómo conviven con la modernidad de la vida actual.